Lo cierto es que han transcurrido ya cuatro años desde que la primera versión del sistema operativo móvil de Google viera la luz y la tarta sigue siendo de colores. El mercado de la plataforma del robot verde sigue estando dividido entre los smartphones que equipan el último grito de la plataforma y los que siguen anclados en versiones anteriores, o esperando que el fabricante dé el visto bueno de cara a una esperada actualización a la nueva versión de la plataforma. Y el asunto resulta extraño: un 33% de los Android activos en el mercado sigue pegado a Gingerbread, una versión del sistema operativo que data de finales de 2010. Estamos hablando de tres largos años de vigencia de esta versión de Android, una eternidad en tiempo tecnológico que tiene una doble lectura: es tan buena que resiste el paso del tiempo, o bien, es un fracaso de Google que no ha logrado unificar el ecosistema.
Parece claro que el usuario podría beneficiarse de esta dispersión de versiones, pero a la postre esta situación puede tener un efecto bumerán. Ya sabes que el principio de la economía de las apps reside en que gane todo el mundo: los desarrolladores vendiendo aplicaciones a diestro y siniestro, los usuarios disfrutando de una mayor creatividad de los primeros que se estrujan las neuronas para lograr arañar algunos céntimos de nuestros bolsillos, y el creador de la plataforma que ve que poco a poco va enriqueciéndose y lucrándose con este tránsito perfecto. Esta fórmula la explota Apple sin fisuras: los saltos de versión de iOS son masivos y los usuarios que quedan atrás representan una cifra marginal a ojos de los desarrolladores que saltan en bloque a la última iteración.
Google intenta poner coto, en parte, a esta compleja situación, emulando la filosofía de Apple de un hard-una plataforma con smartphones como el recién presentado Moto X. Pero de nuevo el gigante se enfrenta a otro contratiempo: la fragmentación geográfica, ya que el equipo no estará disponible de forma global desde su lanzamiento. Pero es la otra fragmentación la que realmente debe preocupar a desarrolladores y el propio Google. Forbes lleva el asunto al extremo y titula apocalípticamente "¿Podrá sobrevivir Android a la fragmentación?". Y todo podría interpretarse como una cuestión de prioridades, y la de Google ahora es incrementar la cuota de mercado. A mordiscos.
[Más información: OpenSignal, TechCrunch, Forbes]
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