Autonomía y tiempo de recarga son dos problemas y a la vez uno. La gente no confiará en los vehículos eléctricos hasta que pueda salir de la ciudad y regresar a ella con confianza, y si el viaje es aún más largo, es indispensable que el proceso de carga sea virtualmente instantáneo. A nadie le gustaría tener que esperar una hora o más con el coche conectado a un cargador trifásico, y los puestos automatizados de cambio de baterías, aunque interesantes, suponen un desafío a nivel de infraestructura. Tal vez por eso investigadores del MIT creen haber encontrado la solución a los problemas de alimentación de los coches eléctricos con su "crudo de Cambridge", una sustancia viscosa capaz cargar futuras generaciones de automóviles sin emisiones desde un surtidor. Sí, como si fuera gasolina.
Esta forma de batería semi-sólida de litio, que según sus creadores podría reducir a la mitad el peso y el coste de los sistemas de acumulación actuales, ofrece una alta densidad energética en forma de partículas suspendidas en un electrolito líquido, que podría ser bombeado desde un surtidor al depósito del coche. De esta forma, cargar un coche eléctrico sería más parecido a repostar: por un lado extraes el líquido "gastado", y por el otro, introduces varios litros de producto pre-cargado en la electrolinera. Posteriormente, el líquido recogido podría ser reutilizado.